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lunes, 23 de junio de 2008

EL SEÑOR PÜTCHIPÜ'ÜI… PALABRERO Y PENSADOR DE LO PACIFICO


Guillermo Ojeda Jayariyu[1]
Tomado del texto inédito "Universo Wayuu".

En la tradición cultural de la etnia Wayuu no existe un sistema de régimen centralizado y dominante, que además esté concentrado en una sola persona o entidad alguna. Dentro de su estructura u organización social no es posible afirmar la existencia de un poder articulado por un jefe o persona autoritaria, que pueda centralizar políticamente a todos los clanes o comunidad en general. A pesar de que algunos autores atribuyeron la existencia de un supuesto cacicazgo, la misma conformación social de los Wayuu ha negado esta afirmación, puesto que es la mujer quien se halla integrada como el eje central de cada uno de los clanes. Y su función familiar consiste en transmitir el linaje y los valores culturales que han sido aprobados socialmente, los cuales le otorgan el carácter de imagen protectora de valores éticos, morales, religiosos y artísticos.

Otra explicación que desmiente el caciquismo, sustentada en las mismas condiciones ambientales de la península, nos señala que la conformación tradicional de los asentamientos Wayuu conllevó a que los grupos familiares coexistieran y actuaran dispersos en los territorios tradicionales, y sólo se congregaran para atender eventos trascendentales, tales como ceremonias de velorios, rituales mágico-religiosos o resolución de conflictos y dificultades interclaniles. A partir de esta indicación también se explican los antecedentes que dieron origen a la figura tradicional del representante legal en cada uno de los clanes.

Si bien es cierto que en la etnia Wayuu la mujer es la imagen de la unidad familiar, el mando y la representación de la familia lo ejerce el alaülaa o tío materno, en quien recaen muchas de las funciones y obligaciones socioeconómicas que corresponden lógicamente a un padre. Mediante este cumplimiento, un tío materno asume responsabilidades en que debe proteger los bienes e intereses familiares y promover los buenos comportamientos en los sobrinos o hijos de sus hermanas. Dentro de estas funciones está el de interpelar ante los actos censurables que atentan contra la dignidad de la familia, así como responder por las acciones imprudentes que se cometen a individuos de otras familias, sobre todo, cuando se afectan las buenas relaciones con otros clanes en la comunidad.

Como líder natural de la familia, el alaülaa está forzado a presidir las negociaciones interfamiliares y dirimir los conflictos que se presentan con otros clanes; a él se acude inmediatamente para concertar en nombre de todo el clan familiar. Su importancia en la familia consiste no solamente en su función política y de control intrafamiliar, sino también en su capacidad para mantener el bienestar social en la comunidad. A través de esta función en la familia y sus capacidades en la gestión y resolución de conflictos puede alcanzar, en suma consecuencia, el rango de alaülayuu o autoridad tradicional, en el que asume una mayor responsabilidad como representante legal de toda una comunidad. Durante este oficio adquiere cierta autonomía para realizar labores de coordinación y organización social, donde su autoridad se restringe solamente a la zona ocupada por su comunidad. De acuerdo a estas facultades en la gestión comunitaria, el alaülayuu puede conquistar un amplio reconocimiento en la colectividad, logrando abarcar otras dimensiones sociales que lo llevan a ejercer cierto liderazgo, que bien puede ser en condición de pütcheejana (mensajero tradicional), o pütchipü'üi (palabrero tradicional).

Asumiendo la categoría de pütchipü'üi, el alaülayuu funciona convenientemente como un agente de control social para las diversas aplicaciones de justicia; ejerce naturalmente la función de un justo conciliador tradicional, conocedor de toda la "Ley Wayuu" o "Código Oral Consuetudinario", el cual está compuesto por el valor taxativo de la palabra. Su figura entra a representar todo el sistema de compensaciones que se dan en el orden cultural de la etnia. En esta labor se destaca especialmente por tener una buena erudición y un amplio conocimiento acerca de las leyes más antiguas de los antepasados, las cuales se han instituido y enriquecido en la propia tradición y en la fuerte interacción social con el alijuna (persona no indígena).

A diferencia del pütcheejana, quien es un mensajero tradicional, que sólo cumple con entregar o recibir mensajes y respuestas, respetando su función como justo vocero en la comunidad, el pütchipü'üi se caracteriza por ser un especialista en la solución de conflictos y disputas en todo el orden social. Como figura institucional, el pütchipü'üi es el pensador de lo pacifico, el señor que trae consigo la palabra pacificadora. Su capacidad para persuadir la pone al servicio de toda la comunidad, con el único propósito de evitar violentas acciones guerreras entre clanes. Entre sus virtudes personales predomina un repertorio de palabras que conllevan, en primera instancia, al diálogo y al entendimiento, así como al arreglo y al pago de compensaciones, restableciendo la armonía social a través de la conciliación y la reconciliación. En otras intervenciones, promueve la paz, la convivencia, el progreso y los lazos de hermandad. El palabrero tradicional cultiva en sus virtudes personales hábitos que corrigen actitudes mediante consejos y prácticas de comportamientos éticos y morales, con los cuales ha promovido históricamente la armonía social del individuo en la sociedad Wayuu.

Para la solución de conflictos, el palabrero anuncia previamente su visita a través de emisarios locales, quienes se encargan de informar acerca del compromiso adquirido en la categoría de conciliador autorizado. Con ello se busca garantizar que en su audiencia estén presentes los miembros legales del clan receptor, los cuales reciben el nombre de pütchipala. Estos, a su vez, pueden extender invitaciones para hacerse acompañar de los erajülii akuaipaa (testigos presénciales), quienes participan en condición de miembros neutrales de otros clanes y considerados como legítimos observadores en la conciliación.

En su distinción particular, el palabrero suele llevar consigo el womü (sombrero tradicional), y un bastón que recibe el nombre de paliisepai, el cual posee una dimensión aproximada de un metro de largo y dos centímetros de diámetro. Como objeto de uso personal, este bastón es extraído del tallo de una especie de planta trepadora, conocida con el nombre de wararalü, que por defectos naturales es modificada o enderezada mediante un procedimiento manual, denominado anapütchijeeraa, con el cual se procura fijarle cierta rectitud sin que llegue a perder su gran flexibilidad natural. A partir de este proceso manual, los Wayuu designan como pütchi a toda palabra persuasiva que contenga propósitos razonables. En este sentido, también se considera que la óptima rectitud lograda en un bastón, es la muestra perceptible de una excelente trayectoria de su propietario.

Desde el punto de vista mitológico, el palabrero esta asociado a determinadas especies de la fauna silvestre, las cuales tienen como características principales algunas excentricidades en sus aullidos o notables cantos melodiosos, que se interpretan como un despliegue para establecer armonías y correspondencias con la naturaleza. Según el origen mítico, inicialmente fue asociado al Ala'ala (mico aullador), al Püsichi (murciélago), y posteriormente a los pájaros Utta y Aliruashi[2], especies de aves que aparecen en los relatos mitológicos como legítimos legisladores, que fueron estimados para sentar los primeros preceptos de convivencia social entre los Wayuu. El siguiente fragmento, narrado por Kosooyo Amaya Epieyuu, describe algunas cualidades que les otorgan a estas aves:

Utta fue uno de los primeros palabreros que tuvimos los Wayuu. Él fue quien nos organizó en clanes y nos explicó las primeras normas de convivencia. También estableció el valor de las ofensas y las compensaciones.
Pero un día, después de un arreglo de conflicto, estaba muy interesado en recibir un alto pago por sus servicios, los cuales no fueron satisfechos, y entonces decidió quedarse con un collar como forma de pago por sus palabras.
Su conducta produjo un gran malestar entre los Wayuu y decidieron desconocerlo como un justo palabrero tradicional. Desde entonces se quedó con un collar blanco en el cuello, que lo identifica para siempre. En aquellos tiempos existían collares blancos que eran muy valiosos entre nosotros.
En su reemplazo fue invitado el pájaro Aliruashi, quien atendió el llamado y se presentó ante una multitud de clanes, expresando lo siguiente:
- Todos ustedes saben que el desierto nos ofrece pocas posibilidades o tranquilidades, y no debemos pensar en problemas que nos hagan abandonar nuestros bienes materiales y espirituales.
- También sabemos que el dolor y el llanto, ocasionado por pérdidas de seres queridos y el abandono de nuestras pertenencias familiares, no tiene valor alguno entre nosotros.
Es por eso que necesitamos la prudencia y la sensatez en todas nuestras actuaciones… solamente así podemos continuar la cría de nuestros hijos y la prosperidad en los rebaños consentidos.
- Pero ante todo, el valor de la vida debe estar por encima de cualquier circunstancia social… debemos tener la disposición para convivir entre chivos vivos, cantos de pájaros y sueños de lagartijas.[3]


Hasta la luz de días actuales, las prácticas tradicionales del señor pütchipü'üi aun continúan funcionando de manera efectiva en la solución de diversos conflictos, y muy a pesar de que éstos se originan a partir de nuevas dificultades, que provienen fundamentalmente de diferentes factores externos y acciones extranjeras en los territorios tradicionales. No obstante, la institucionalidad del palabrero esta seriamente amenazada por las fuertes penetraciones de esquemas y pautas culturales que se imponen desde las leyes colombo-venezolanas, las cuales quebrantan su vigencia en la tradición y auguran su desaparición en el devenir cultural de la etnia.
Ante los modelos que impone la sociedad contemporánea, corresponde adelantar procesos que garanticen la conservación y promoción de los valores culturales del Pütchipü'üi, sobre todo, en este momento, cuando su institucionalidad ha sido reconocida como Expresión Inmaterial del Patrimonio Cultural de la Nación Colombiana, en que se declara "Bien de Interés Cultural de Carácter Nacional", mediante la Resolución No. 1471 del 2 de noviembre del año 2004. Con esta declaratoria se esperan firmes iniciativas por parte de las propias organizaciones wayuu y las entidades oficiales del Departamento, no sólo para reivindicar nuestras facultades en la resolución de los propios conflictos sino también para conservar la autonomía que siempre hemos sostenido en los propios territorios tradicionales.






[1] Pintor e investigador cultural de la etnia Wayuu.
[2] Ave de gran destreza y técnica en su vuelo, que tiene como características principales el color rojo en su plumaje y un notable canto melodioso, el cual se interpreta con la voz de "choochoo".
[3] Narrado en la ranchería Pesüapü, región media guajira, el día 3 de octubre de 2003.

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